Mucho han cambiado las cosas desde aquellos años en que cada verano llegaban a Utrera un numeroso grupo de niños y niñas saharauis, gracias a la magnífica labor que la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui venia desarrollando desde hace
décadas.

Aunque el trabajo continúa y siguen llegando pequeños, nada tiene que ver con la proporción de años pasados que ha quedado muy reducida. Sin embargo, las necesidades de los niños son las mismas, las ganas y la sonrisas con las llegan no han cambiado, ni el amor con el que son recibidos por las familias de Utrera.

El alcalde, Francisco Jiménez, y la delegada de Servicios Sociales, Alba Padilla, han recibido en el Ayuntamiento a los tres niños saharauis que nos visitan este verano y a sus “madres utreranas”. Yasin, un chico y su mamá Silvia, y dos chicas, Alía y Ahisa, con sus respectivas madres de acogida, Laura y Ma Carmen. Los tres pequeños, que tienen 10 años de edad, llegaron a Utrera el 2 de julio y se marcharán a finales de agosto.

Los protocolos y los motivos por los que vienen siguen siendo los mismos, apartarles durante dos meses de verano de la dura realidad y los rigores del desierto, ya que una gran mayoría del Pueblo Saharaui se encuentra en los campos de refugiados de Tinduf, en Argelia. Los niños aprovechan este tiempo para recibir algunas revisiones médicas – aunque no se trata de niños enfermos-, están con otros niños, viajan a la playa y disfrutan del baño en piscinas porque el agua es una de las cosas que más les fascina, al ser un bien tan escasa en el lugar del que provienen.

Tanto el alcalde como la delegada compartieron un rato de visita y se interesaron por saber cuál era la situación actual y por qué el descenso tan importante de la llegada de niños, que en otros momentos llegaron a ser grupos de más de 50. En este sentido, Mari Ángeles Caro, la presidenta de la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Utrera señaló que había que tener en cuenta varios factores, “la pandemia significó un antes y un después y nada volvió a ser como antes porque fue un parón grande”.

También asegura que esto no está ocurriendo solo en Utrera, sino en todas las poblaciones y “la crisis, antes y después de la pandemia ha tenido mucho que ver porque son más los hogares en los que los dos cónyuges trabajan y cuando se les plantea la posibilidad de traer niños la respuesta es que tienen a los propios al cuidado de los abuelos porque tienen que trabajar y así es todo muy complicado”.

Aun así, la asociación sigue trabajando a lo largo de todo el año y confían en que poco a poco vuelvan a poder llegar más niños porque, “aunque aquí veamos a pocos, no quiere decir que en los campos de refugiados no siga habiendo muchos niños, como ha
habido siempre”. Utrera fue siempre un pueblo importante en la acogida de estos niños. “Son muchas las familias que continúan manteniendo el contacto con sus niños, gracias a Internet, ellos vinieron cuando eran pequeños y hoy son hombres y mujeres que siguen en contacto con sus familias utreranas”.

Hay que recordar que las niñas y niños saharauis que llegan a nuestro país no vienen en espera de una adopción ni nada parecido, tienen sus familias y sus vidas junto a ellas, pero pasar estos meses fuera es un descanso de sus duras condiciones de vida y un contacto con otra realidad distinta a la que viven día a día, pero todos tienen una familia con la que regresar.