El trabajo agrícola es uno de los sectores que más sujeto está a la inestabilidad laboral de los trabajadores eventuales y a la temporalidad. Y es que el campo depende de diversos factores externos que dificultan el poder asegurar la empleabilidad de las distintas campañas. Nos referimos a cuestiones como la meteorología, que puede no ser satisfactoria para conseguir una buena cosecha, lo que se traduce en la necesidad de un menor número de recolectores, o que la producción se pague a un precio tan bajo que se opte por no recogerla; plagas que ataquen a los cultivos y hagan también disminuir la producción, al tiempo que obligan al agricultor a realizar un gasto extra para erradicar dicha plaga o subvenciones insuficientes.

Todo ello condiciona que el empresario contrate el mismo número de trabajadores de una campaña a otra con lo que se genera inestabilidad laboral para estos trabajadores temporeros que no trabajan todos los meses del año, por lo que dependen de lo que consigan en los meses que sí están en activo.

Muchos de ellos viven durante esos meses con la prestación por desempleo, si pueden percibirla, o bien trabajan temporalmente a través del Plan de Fomento del Empleo Agrario para los Ayuntamientos de sus respectivas ciudades o municipios. A través de este programa, realizan trabajos relacionados con la construcción o el mantenimiento de las calles. Otros se decantan por otras áreas de empleo en esos periodos de desempleo agrario, tales como la hostelería o la construcción. En este sentido, como se puede observar, el sector agrícola soporta en mayor o menor medida desempleo por su temporalidad.

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